jueves, noviembre 19

¿QUÉ HACER PARA QUE JESÚS RESPLANDEZCA EN EL MUNDO?

Soy don Francesco. Santo Padre, me ha impresionado una frase que escribió usted en su libro "Jesús de Nazaret": «¿Qué ha traído en verdad Jesús al mundo, si no ha traído la paz, el bienestar para todos o un mundo mejor? ¿Qué es lo que ha traído? La respuesta es muy sencilla: "a Dios. Ha traído a Dios"». Hasta aquí la cita, que me parece llena de claridad y verdad. Mi pregunta es: se habla de nueva evangelización, de nuevo anuncio del Evangelio —esta ha sido también la decisión principal del Sínodo de nuestra diócesis de Belluno-Feltre—, pero ¿qué hacer para que este Dios, única riqueza traída por Jesús y que a menudo se presenta a muchos envuelto en niebla, resplandezca aún en nuestros hogares y sea agua que apague la sed también de las numerosas personas que parecen ya no tener sed? Muchas gracias.
Gracias. Es una pregunta fundamental. La pregunta fundamental de nuestro trabajo pastoral es cómo llevar a Dios al mundo, a nuestros contemporáneos. Evidentemente, el llevar a Dios abarca muchos aspectos: el anuncio, la vida y muerte de Jesús se desarrollaron en varias dimensiones, que forman una unidad. Debemos mantener las dos cosas. Por una parte, el anuncio cristiano, el cristianismo, no es un paquete complicadísimo de muchos dogmas, que nadie podría conocer en su totalidad. No es algo sólo para académicos, que pueden estudiar estas cosas. Es algo sencillo: Dios existe, Dios es cercano en Jesucristo. El mismo Jesucristo, resumiendo, dijo: "Ha llegado el reino de Dios". Esto es lo que anunciamos, algo muy sencillo en el fondo. Todos los otros aspectos son sólo dimensiones de esa única realidad; no todas las personas deben conocer todo, pero ciertamente todas deben entrar en lo íntimo, en lo esencial; así se abordan con alegría cada vez mayor también las diversas dimensiones.
Pero, en concreto, ¿qué se ha de hacer? Hablando del trabajo pastoral actual ya tocamos los puntos esenciales. Pero continuando en este sentido, llevar a Dios implica sobre todo, por una parte, el amor y, por otra, la esperanza y la fe. Es decir, la dimensión de la vida: el mejor testimonio de Cristo, el mejor anuncio, es siempre la vida auténtica de los cristianos. Hoy el anuncio más hermoso lo realizan las familias que, alimentándose de fe, viven con una alegría profunda y fundamental, incluso en medio del sufrimiento, y ayudan a los demás, amando a Dios y al prójimo. También para mí el anuncio más consolador es siempre ver a familias católicas o a personalidades católicas impregnadas de fe. En ellas resplandece realmente la presencia de Dios y a través de ellas llega el "agua viva" de la que usted ha hablado. Así pues, el anuncio fundamental es precisamente el de la vida misma de los cristianos.
Naturalmente, después viene el anuncio de la Palabra. Debemos hacer todo lo posible para que se escuche y se conozca la Palabra. Hoy existen muchas escuelas de la Palabra y del diálogo con Dios en la sagrada Escritura, diálogo que también se transforma necesariamente en oración, porque un estudio meramente teórico de la sagrada Escritura es sólo una escucha intelectual y no sería un verdadero y suficiente encuentro con la palabra de Dios.
Si es verdad que en la Escritura y en la palabra de Dios es el Señor, el Dios vivo, quien nos habla, suscita nuestra respuesta y nuestra oración, entonces las escuelas de la Escritura deben ser también escuelas de oración, de diálogo con Dios, de acercamiento íntimo a Dios.
A continuación vienen todas las formas de anuncio. Naturalmente, los sacramentos. Con Dios siempre vienen también todos los santos. Como nos dice la sagrada Escritura desde el inicio, Dios nunca viene solo, viene acompañado y rodeado de los ángeles y de los santos. En la gran vidriera de San Pedro que representa al Espíritu Santo me agrada mucho que Dios se encuentre rodeado de una multitud de ángeles y de seres vivos, que son expresión y, por decirlo así, emanación del amor de Dios.
Con Dios, con Cristo, con el hombre que es Dios y con Dios que es hombre, viene la Virgen. Esto es muy importante. Dios, el Señor, tiene una Madre y en esa Madre reconocemos realmente la bondad materna de Dios. La Virgen, Madre de Dios, es el auxilio de los cristianos, es nuestra consolación permanente, es nuestra gran ayuda. Esto lo veo también en el diálogo con los obispos del mundo, de África y últimamente de América Latina. El amor a la Virgen es la gran fuerza de la catolicidad. En la Virgen reconocemos toda la ternura de Dios; por eso, cultivar y vivir este gozoso amor a la Virgen, a María, es un don muy grande de la catolicidad.
Luego vienen los santos. Cada lugar tiene su santo. Eso está bien, porque así vemos los múltiples colores de la única luz de Dios y de su amor, que se acerca a nosotros. Debemos descubrir a los santos en su belleza, en su acercarse a nosotros en la Palabra, pues en un santo determinado podemos encontrar traducida precisamente para nosotros la Palabra inagotable de Dios. Asimismo, todos los aspectos de la vida parroquial, incluso los humanos. No debemos andar siempre por las nubes, por las altísimas nubes del Misterio; también debemos estar con los pies en la tierra y vivir juntos la alegría de ser una gran familia: la pequeña gran familia de la parroquia, la gran familia de la diócesis, la gran familia de la Iglesia universal.
En Roma puedo ver todo esto; puedo ver cómo personas procedentes de todas las partes de la tierra y que no se conocen, en realidad se conocen, porque todos forman parte de la familia de Dios; se sienten una familia porque lo tienen todo: amor al Señor, amor a la Virgen, amor a los santos; tienen la sucesión apostólica, al Sucesor de Pedro, a los obispos.
Esta alegría de la catolicidad, con sus múltiples colores, es también la alegría de la belleza. Aquí tenemos la belleza de un hermoso órgano; la belleza de una hermosísima iglesia; la belleza que se ha desarrollado en la Iglesia. Me parece un testimonio maravilloso de la presencia y de la verdad de Dios. La Verdad se manifiesta en la belleza y debemos agradecer esta belleza y hacer todo lo posible para que permanezca, se desarrolle y crezca aún más. De esta forma, llega Dios hasta nosotros de un modo muy concreto.

Para ver el encuentro completo visita la página del Vaticano.

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