Dar forma hoy en las asociaciones laicales vicencianas
a una espiritualidad mariana viva
Después de haber considerado las fuentes en las que bebe la espiritualidad mariana de la FV, interesa que centremos nuestra atención en algunas propuestas que contribuyan a dar forma hoy a una espiritualidad mariana viva. Y pensamos concretamente en las asociaciones laicales vicencianas, dada la naturaleza de este Mes Vicenciano1.
Hablamos de dar forma hoy a una espiritualidad mariana viva. ¿Acaso no es perenne la espiritualidad mariana? ¿No es Jesucristo el mismo ayer, hoy y siempre? (Heb. 13,8). ¿Cómo decimos, pues, dar forma hoy a una espiritualidad mariana viva? Ciertamente que Cristo es el mismo, pero no es la misma la persona humana que tiene que acogerlo en cada época histórica, ni son los mismos los planteamientos antropológicos y culturales en los que se inscribe su vida. De ahí que sea necesario volver en cada época a beber de las fuentes inspiradoras y actualizar sus expresiones. María ha alimentado en todas las épocas de la Iglesia la experiencia espiritual de los cristianos, pero su figura ha sido recreada de formas muy variadas a lo largo de la historia. Al comienzo del Tercer Milenio, ¿puede la FV, bebiendo en sus fuentes inspiradoras, dar forma a una espiritualidad mariana viva?
Permítanme sugerirles algunas propuestas:
1. Amar a María
Todas las almas verdaderamente cristianas han de profesar un gran amor a la Santísima Virgen y honrarla profundamente en su cualidad de Madre de Dios, así como por las virtudes que Dios le ha otorgado con este fin. Estas palabras, que fueron escritas por Santa Luisa de Marillac, nos ofrecen la primera propuesta para una espiritualidad mariana viva. Como han expresado las Constituciones de las Hijas de la Caridad, quien quiere seguir a Jesucristo, encuentra a la que lo recibió del Padre, María, la primera cristiana2.
A lo largo de su historia, y en cada una de sus instituciones y grupos, la FV ha otorgado un lugar destacado a la Virgen María. María es reconocida e invocada como Madre por la FV. Todo cristiano, y concretamente cada uno de nosotros, miembros de la FV, está invitado a acoger a María entre sus cosas más queridas y preciosas3. En las asociaciones vicencianas hemos de promover, pues, un verdadero amor a María. Sin descuidar la pertinente observación de S. De Fiores: “lo que el cristiano de hoy desea es un encuentro auténtico y personal con María, libre de hipotecas y de visiones caducas, basado en el contacto asiduo con el evangelio y expresado en un diálogo con ella totalmente renovado”4.
Esta es la primera propuesta: que en todas nuestras asociaciones cultivemos un auténtico amor a María.
2. Vivir como María
Nuevamente es Santa Luisa la que nos guía para formular nuestra segunda propuesta: Al ejecutar nuestras acciones, pongamos los ojos en las de la Santísima Virgen y pensemos que el mayor honor que podemos tributarle es imitar sus virtudes.
Con toda claridad lo recordaba el Concilio Vaticano II: La verdadera devoción no consiste ni en un afecto estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la que somos conducidos a conocer la excelencia de la madre de Dios y excitados a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes.5
El gran cambio de rumbo producido a partir del Concilio Vaticano II en la espiritualidad mariana ha consistido en proponer a María como aquella a la que debemos imitar mucho más que aquella a la que debemos rezar. “María es exaltada menos en sus privilegios y más en sus funciones; menos en su realeza y más en su ejemplaridad”6.
Vicente de Paúl y Luisa de Marillac son muy claros al proponernos a María como ideal de vida, como modelo. También la Medalla Milagrosa es un compendio de la vida de María y un apoyo para la vida cristiana.
Bebiendo de las fuentes inspiradoras de la espiritualidad mariana en el carisma vicenciano, nuestras asociaciones vicencianas podrían esforzarse por dar forma en la propia vida a los siguientes rasgos del cristiano y de María:
Llamados y elegidos
Vicente de Paúl y Luisa de Marillac afirmaron sin reservas la Inmaculada Concepción de María. También las manifestaciones de Sor Catalina Labouré y la Medalla Milagrosa proclaman inequívocamente este mismo misterio: Si la Virgen es llamada también ‘bendita entre las mujeres’, esto se explica por aquella bendición de la que Dios Padre nos ha colmado en los cielos, en Cristo... Es una bendición derramada por obra de Jesucristo en la historia del hombre desde el comienzo hasta el final: a todos los hombres. Sin embargo, esta bendición se refiere a María de modo especial y excepcional... En el misterio de Cristo, María está presente ya antes de la creación del mundo como aquella que el Padre ha elegido como Madre de su Hijo en la encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu de su santidad.7
Como María, desde el día del bautismo, cada uno de los cristianos estamos llamados a honrar en nosotros mismos el estado de gracia, la amistad con Dios, la comunión con él, la inhabitación del Espíritu8, siendo santos e irreprochables en el amor.
Solían repetir Vicente de Paúl y Luisa de Marillac: llamados por todo un Dios... ¡oh, qué grande es esto!9
Desde el reconocimiento de la grandeza de la elección, hecha de cada uno de nosotros por Dios el día de nuestro bautismo10, brotará la generosidad de nuestra respuesta y la urgencia de la diaria superación.
Atentos y disponibles a la voluntad del Padre
María es introducida definitivamente en el misterio de Cristo a través del acontecimiento de la anunciación: La que en la anunciación se definió como esclava del Señor fue durante toda su vida terrena fiel a lo que este nombre expresa, confirmando así que era una verdadera discípula de Cristo, el cual subraya intensamente el carácter de servicio de su propia misión: el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mt 23, 1-2). Por esto María ha sido la primera entre aquellos que, sirviendo a Cristo también en los demás, conducen en humildad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar, y ha conseguido plenamente aquel estado de libertad real, propio de los discípulos de Cristo: ¡Servir quiere decir reinar!11
El acontecimiento de la Anunciación ha inspirado a los miembros de la FV desde los días de Vicente de Paúl y Luisa de Marillac. La vida de Catalina Labouré es la historia de una fidelidad a la voluntad de Dios tejida de trabajo, sencillez, humildad, caridad y silencio. La Medalla Milagrosa ha contribuido a escribir páginas heroicas de fidelidad a Dios, de autenticidad cristiana, de conversión. Como María, los miembros de la FV hemos de saber vivir abiertos a la fuerza transformadora del Espíritu, para que sepamos entregarnos sin reservas al cumplimiento de la voluntad de Dios, siempre atentos y disponibles.
Para que Cristo se forme en nosotros
“La existencia entera de María es una plena comunión con su Hijo... Fue la fiel acompañante del Señor en todos sus caminos. La maternidad divina la llevó a una entrega total. Fue un don generoso, lúcido y permanente. Anudó una historia de amor a Cristo íntima y santa, única, que culmina en la gloria”.12 De esta unidad de la Madre con Cristo es expresión plástica la Medalla Milagrosa, sobre todo en la unión de los dos corazones y la letra M entrelazada con la Cruz, que figuran en su reverso. Identificarnos con Jesucristo, revestirnos del espíritu de Jesucristo, para continuar su misión, pertenece al corazón mismo del carisma vicenciano. En este proceso, los miembros de la FV no podemos dejar de mirar a María, cuya existencia entera es plena comunión con Cristo.13
Para llevar el Evangelio de la caridad a los pobres
María, la mejor discípula de Cristo, la que ha vivido la mayor identificación con Cristo, es también la colaboradora más estrecha en su obra: Ella fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisa o de religiosidad alienante. No es sólo el fruto admirable de la redención; es también la cooperadora activa.14
Pablo VI describía la evangelización como un verdadero alumbramiento: La Iglesia, con la Evangelización, engendra nuevos hijos. Ese proceso que consiste en transformar desde dentro, en renovar a la misma humanidad, es un verdadero volver a nacer.15 El mismo Pablo VI señalaba la amplitud del servicio de María y apuntaba la variedad de situaciones en las que el seguidor de Cristo debe hacer presente la fuerza del Evangelio: Ella es una mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio (Mt. 2, 13-23): situaciones éstas que no pueden escapar a la atención de quien quiere secundar con espíritu evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad.16
La evangelización y el servicio de los pobres constituyen la razón de ser de todas las instituciones y asociaciones de la FV. San Vicente de Paúl propone en numerosas ocasiones la prontitud de María en la Visitación como modelo para el servicio de los pobres: Honrarán la visita de la santísima Virgen cuando fue a visitar a su prima con prontitud y alegría.17 Las manos abiertas de la Virgen Milagrosa y su manto que cubre la tierra y abraza a los pobres; la Visita de María a Isabel y la espiritualidad del Magníficat; la solicitud de la Madre que coopera a la generación y educación de los hermanos y hermanas de su Hijo.18... ¡Cuántas referencias marianas que han de seguir inspirando el servicio evangelizador y la nueva imaginación de la caridad de la FV frente a la pobreza de mil rostros!
Hemos hablado al comienzo de este trabajo que hablar de espiritualidad mariana es encontrar en María inspiración en el seguimiento de Cristo. Y esta es nuestra segunda propuesta para una espiritualidad mariana viva hoy: vivir como María:* Llamados y elegidos;
* Atentos y disponibles a la voluntad de Dios;
* Para que Cristo se forme en nosotros;
* Para llevar el Evangelio de la caridad a los pobres.
3. Celebrar el misterio de Cristo con María
Al formular nuestra tercera propuesta para una espiritualidad mariana viva hoy en las asociaciones vicencianas, recurrimos de nuevo a la recomendación de Santa Luisa: Bueno será tributar a María todos los días algún honor; y el mayor que podemos ofrecerle es el de unir nuestro espíritu a la intención de la Santa Iglesia en las preces con que en cada tiempo (litúrgico) la saluda.
Los documentos de la Iglesia, a partir del Concilio Vaticano II, nos señalan el camino con claridad:
“La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza”19;
“En la celebración del círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo”20;
“Cristo es el único camino al Padre. Cristo es el modelo supremo al que el discípulo debe conformar la propia conducta, hasta lograr tener sus mismos sentimientos, vivir de su vida y poseer su Espíritu: esto es lo que la Iglesia ha enseñado en todo tiempo y nada en la acción pastoral debe oscurecer esta doctrina. Pero la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo y amaestrada por una experiencia secular, reconoce que también la piedad a la Santísima Virgen, de modo subordinado a la piedad hacia el Salvador y en conexión con ella, tiene una gran eficacia pastoral y constituye una fuerza renovadora de la vida cristiana”21;
“María, que por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue exaltada por sobre todos los ángeles y los hombres, en cuanto que es la Santísima Madre de Dios, que intervino en los misterios de Cristo, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia... Las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo, por razón del cual son todas las cosas y en el que plugo al Padre eterno que habitase toda plenitud, sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos ”22;
La Iglesia se siente invitada a inspirarse en María “como ejemplo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios”23;
“La Iglesia, cuando considera la larga historia de la piedad mariana, se alegra comprobando la continuidad del hecho cultual, pero no se vincula a los esquemas representativos de las varias épocas culturales ni a las particulares concepciones antropológicas subyacentes, y comprende cómo algunas expresiones de culto, perfectamente válidas en sí mismas, son menos aptas para hombres pertenecientes a épocas y civilizaciones distintas”.24
A la luz de estos principios, las diversas asociaciones de la FV hemos de aprender a celebrar el misterio de Cristo, a lo largo del año litúrgico, con María. La fidelidad a estos principios requerirá, en ocasiones, que revisemos y actualicemos nuestras formas de piedad y devoción a la Virgen María. Teniendo en cuenta estos criterios, deberemos cuidar los detalles de las manifestaciones de nuestra devoción a la Virgen María. Porque las manifestaciones de nuestra devoción a la Virgen María no pueden ir por un camino distinto al de nuestra espiritualidad vicenciana.
Conclusión
En la Palabra de Dios, en la vida de la comunidad eclesial y en nuestra tradición espiritual propia, encontramos las fuentes inspiradoras para la espiritualidad mariana en el carisma vicenciano. La vida en seguimiento de Cristo según el carisma vicenciano encuentra en esta espiritualidad mariana inspiración hoy.
1 Como sabemos, existen muchos otros grupos y asociaciones dentro de la FV. Nos referimos aquí concretamente a las asociaciones laicales fundadas por San Vicente y Santa Luisa (AIC), o surgidas a partir de la manifestación a Santa Catalina Labouré (1830) (AMM, JMV, MISEVI) o en torno a ella (SSVP). Cf. Betty Ann McNeil, Monograh I. The Vincentian Family Tree, Vincentian Studies Institute, 1996.
2 C. 1.12.
3 Cf. Jn 19. Redemptoris Missio, 45.
4 S. DE FIORES, o.c., p. 1151.
5 Lumen Gentium, 67.
6 T. GOFFI, o.c., p. 671.
7 Redemptoris Mater, 8.
8 Marialis Cultus, C 57.
9 SLdM, E. n. 211. Cf. C. 257. SV IX, 242 / ES IX, 232.
10 Cf. SLdM, E. n. 8.
11 Redemptoris Mater, 41.
12 Marialis Cultus, 25.
13 En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de él. Marialis Cultus, 25.
14 Marialis Cultus, 37.
15 Evangelii Nuntiandi, 18.
16 Marialis Cultus, 37.
17 SV XIII, 419 / ES X, 570; Cf. SV I, 513 / ES I, 509; SV II, 247 / ES II, 207; SV IX, 258 / ES IX, 245-246.
18 Cf. Redemptoris Mater, 6.
19 Sacrosanctum Concilium, 10.
20 Ibid. 103.
21 Marialis Cultus, 57.
22 Lumen Gentium, 66.
23 Marialis Cultus, 16.
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